“Yo los declaro marido y mujer,” dijo el
ministro oficiante. Entonces el novio, con mucha ternura descubrió el velo de
su flamante esposa y la besó con pasión arrobadora. Cualquiera habría dicho,
como en los finales de los cuentos de la niñez, “Y vivieron para siempre muy
felices”. Pero, esa parejita no duró ni siquiera un año casada.
¿Qué hace que
tantos matrimonios se destruyan y no cumplan los ideales de amor, felicidad y
armonía que se prometieron tan convincentemente el día de la boda?
Hay muchas causas
para el divorcio. Cada una de ellas sería buen material para compartir contigo.
Pero quiero mencionar una, que después de muchos años de vivir felizmente
casada, y de aconsejar junto con mi esposo a muchas parejas, he hallado que es
muy grave y destructora de hogares. La falta de comunicación tumba hogares y
deja parejas (que pudieron haber sido muy felices) partidas en dos. Y lo que es
peor, deja muchos niños afectados para el resto de su vida.
La comunicación es
vital entre la pareja. Me refiero a la buena comunicación. Aquella que parte de
dos vidas que han decidido ser transparentes el uno con el otro. La transparencia
engendra confianza, la confianza engendra la oportunidad de hablar y ser
escuchado. Cuando hay una buena comunicación se pueden compartir los deseos,
los sueños, lo que nos gusta, lo que no nos gusta, nuestras opiniones. La buena
comunicación no acusa, no insulta, no rebaja; sí escucha atentamente, y no
tergiversa lo que oye.
Dice un autor,
amigo nuestro, que”comunicar es establecer un puente. Es unir dos partes para
permitir que una valla hasta donde la otra, y la otra pueda regresar con
confianza al lado de la primera. Comunicar en el matrimonio es permitirle al
cónyuge entrar en el secreto de nuestra vida, y es a la vez entrar en el
secreto de la vida de él o ella”.
Sí, mis estimados
lectores, comunicarse es establecer un “diálogo”. Pero mucha gente sólo hace
“monólogos” que por lo general terminan en gritos, insultos, desprecios y hasta
abuso fisico. “Sin comunicación se pavimenta la carretera hacia el divorcio”,
dice otro autor cristiano.
Pero ¿saben un
secreto? Para poder dialogar con el esposo o la esposa, es necesario también
aprender a dialogar con Dios. Imagínense, si uno no puede abrir su corazón y
ser transparente con un ser tan puro, tan bueno, tan lleno de gracia y amor
como es Dios, ¿cómo va a abrir su corazón para compartir su vida y sus
consecuencias con un hombre o mujer que está, igual que todos los demás,
sometido a la esclavitud del pecado?
¡Salve su hogar,
salve su matrimonio! Pero sálvelo de la manera correcta. Por la fe y el
arrepentimiento venga a Jesucristo, reconózcalo como su Señor y Salvador,
ríndase a Él totalmente; y Él traerá a su casa la salvación, un estilo de vida nueva,
y “gotas de felicidad comenzarán a destilar de su matrimonio ahora mismo”.
Por: Noemí Mottesi
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